miércoles, 30 de octubre de 2013

Autónomas chilenas, Angela Manolita Erpel Flúor

Manifestaciones híbridas dentro de la diáspora del feminismo: Introducción
exploratoria a gérmenes conceptuales.

Angela Manolita Erpel Flúor

 La falta de credibilidad que adquirió la palabra “feminismo” muchas veces se debe al
imaginario alimentado por la “tecnocracia del género”, que proyectó la imagen de un
constructo hecho desde arriba hacia abajo, sostenido en una especie de privilegio ajeno a los
recorridos y derroteros de la construcción del pensamiento feminista.
 En Chile la pugna entre los feminismos institucionales y los autónomos es de larga
data, y a modo de síntesis, podemos decir que se enardeció en la post dictadura con la
irrupción de las políticas de la igualdad en la administración pública, enarbolada por grupos
“progresistas”, clasemedieros y creyentes férreos (¿o férreas?) de las representaciones políticas
que buscaban aunar esfuerzos para incluir lo que era la novedad del año en esos locos
noventas: la perspectiva de género, que transversalizó las políticas públicas de este maravilloso
e imaginario concierto monocorde llamado democracia ciudadana.
 Por otro lado, nos encontrábamos también en un escenario donde algunos feminismos
autónomos tuvieron fragmentaciones que, muchas veces, terminaron en separatismo o bien se
fusionaron en movimientos mixtos radicales, libertarios, izquierdistas o algunos, derechamente,
esotéricos.
 Pero ya la post dictadura está en otra etapa, cumpliendo las bodas de plata desde el
plebiscito del 88, cuando el sistema nos cooptó con términos como “tolerancia” “identidades”
“visibilización” “diversidad” y tantas otras, que luego de ser higienizadas, fueron reapropiadas
por el sistema hetero patriarcal para usarlas en nuestra contra sin asco alguno.
 En esta atmosfera socio política, es que emergen manifestaciones “híbridas” dentro del
feminismo (para seguir utilizando este florido léxico que nos robó el neoliberalismo sin
avisarnos) las que se vuelven carne en las organizaciones y que adquieren mutaciones para
posicionarse como un proyecto, supuestamente alejado de los esquemas institucionales tan
gastados y desprestigiados, pero tampoco tan radical ni callejero; porque “no convocan” pues
trae a la mente mujeres rabiosas que odian a los hombres y ese tipo de cosas que una mujer
consciente, informada e hiperconectada no quiere representar.
 Analizaremos a continuación dos casos a mi parecer paradigmáticos dentro de estas
nuevas corrientes sociológicas de los feminismos hibridos:Primer caso híbrido analizado: Grupos feministas hidropónicos: creaciones de
laboratorio y sin raíces.
Son grupos que primero se consiguen la plata y después se consiguen la gente.
 Estas hibridaciones nacen a veces como grupos con mucha pompa, para lo cual
tenemos a disposición las herramientas digitales, amplia conexión con la cooperación
internacional, gestión de la información y el conocimiento feminista, mas su trasfondo aún no
cuestiona del todo lo profundo del patriarcado, sin embargo da respuestas ágiles y efectivas.
Vendría a ser como una evolución del feminismo oenegista, pero adaptados a la rebeldía que
fluye en el aire.
Este feminismo hidropónico no es nuevo, y se basa en los mismos postulados institucionales
de los que muchas veces reniegan: la representación de las luchas feministas, pero sin las
feministas. La diferencia es que el campo de acción no está exclusivamente en las instituciones
clásicas (como el Estado o la academia), sino que traspasan éstas para penetrar en el campo de
las redes sociales, de la virtualidad, de la acción aliada con otros movimientos y tantas otras
venas del tejido social. En palabras neoliberales, serían verdaderos “clusters para la innovación
feminista” o bien “emprendimientos del post género para la competitividad”. Por supuesto
hablamos de grupos con responsabilidad social y sustentabilidad medioambiental.
 Sin embargo, creo que estas formas híbridas “hidropónicas” le tienen miedo al
feminismo, porque mal que mal, tienen un sustrato en la institucionalidad, pero negándola y
asumiendo algunas formas del autonomismo, que por cierto, son mucho más atractivas (por no
decir marketeras). Miedo porque el feminismo exige romperse a una misma, des-construirse,
des-colonizarse, des-armarse. Al feminismo no se entra, el feminismo te entra y se queda ahí,
revolviéndote la sangre.
 La crítica frente a ello es que no se puede ser feminista de fines de semana, hay que
romper con el mundo y sus tintes patriarcales: la familia, la reproducción obligatoria, la mirada
de clase, la estética, todo. Y no todas las lechugas hidroponicas pueden hacer esto, dado que en
este invernadero posmoderno nos encontramos con mujeres casadas, con otras que defienden
a rajatabla la heterosexualidad como orden sexo político “pero incluyendo a la disidencia”, con
defensoras de las familias “alternativas”, con admiradoras del régimen capitalista “con tintes
solidarios y de autogestión” (¡más palabras robadas!) y algunas hasta respetuosas de la
autoridad “porque el caos no construye”.
Segundo caso analizado: La pandillas dinamita
Radicalidad en la medida de lo imposible. Adolescencia post treinta.
Se propone una radicalidad completa, pero sin vivir en una choza, en lo posible tener Iphone
para vociferar la radicalidad y la marginalidad por facebook u otra plataforma.
Hago el hincapié en que muchas veces esta dinamitación total propone arrasar con historia,
con luchas, con construcciones que han significado fracturas dolorosas, donde también hay muertas, desaparecidas y torturadas, que no se pueden convertir en caricaturas burdas con
tanta ligereza.
La inclinación al pavoneo se contrasta con la autodenominación “bajo perfil” o “subterránea”
que busca esta tendencia, sin embargo, sus fortalezas justamente están en el ámbito
comunicacional y estético.
El delicado equilibrio entre las contradicciones como recurso, muchas veces se manifiesta en
algunos actos que se han relevado en el trabajo de terreno de la presente investigación:
- Contradiccion uno: La demonización de las condicionantes biológicas: Todos dicen
odiar las descalificaciones relacionadas con la biología, pero se escuchan gritos de
descalificación por un lado hacia “los hombres con pene” y por otro hacia “las viejas
menopáusicas”, ambas por cierto, de corte biológico.
- Contradicción dos: Es bien visto no dialogar con nadie, herméticamene solo con los
pares, poner un muro frente a feministas no radicales, a las no jóvenes (entendiendo
que el concepto juventud aquí es bastante laxo), a los medios y a otros actores socio
políticos. Sin embargo inflar el pecho cuando se nombra al grupo en otro contexto.
- Contradicción tres: Escupir sobre la academia, pero usar lenguaje académico y sus
recursos, como ésta presente investigación descriptivo- exploratoria cuanti cualitativa
con perspectivas a la modelización.
Conclusiones:
 ¿Ha nacido un nuevo feminismo? No lo creo, más bien creo que es una adecuación
acomodada de esa cierta incomodidad que nutre y nos desangra cada vez que hablamos,
pensamos y respiramos desde el feminismo.
Aclaro que no es la idea atacar estas formas de acción, las feministas no somos tontas ni somos
tantas, como para ver el enemigo en el interior del movimiento, no caeré en la trampa de creer
en la idea patriarcal de que muchas mujeres juntas conformamos el famoso “gallinero” que se
nos cuelga con tanta ligereza, esa idea machista de que muchas mujeres juntas, en grupo, se
sobrepasan y explotan; porque es una trampa – prejuiciosa y sexista -creada por la
masculinidad (¡Gracias Freud!) para debilitarnos y enfrentarnos entre nosotras con burdas
estrategias como las envidias y los chismes, en los cuales no entraremos a ahondar. Quiero
mencionarlas porque estas formas (feminismo hidropónico y pandilla dinamita) son un
llamado de atención a ciertos abordajes del feminismo.
La provocación es a pensar en nuestras propias fracturas a veces impalpables como el azúcar
flor, pero que pueden llegar a ser igual de empalagosas.